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Mrs. Teresa Amada Zambrano Vera, was born on October 15, 1928 at the home made up of Doña Angela María Vera Montes and Don Sixto Abelardo Zambrano Zambrano, in "La Palma" hacienda in Boyacá, Chone county, Province of Manabí in its beloved Ecuador.
She was the twelfth daughter of 13 siblings: Tarquino, Hermencia, María, Modesto, Lastenia, Amable, Margarita, Rosita, Saul, Amelia, Olinda, Amadita and Roberto.
She is currently survived by Amelia and Roberto.
She became a mother at a very young age, at 16 she had her first daughter Zoila María (deceased), five years later José Roberto.
At the age of 22, she migrated from Boyacá to Chone to the house of her older sister, María, and specialized in cutting seamstress with the dressmaker Chintita Polo.
At the age of 28, he migrated to the capital of the Province of San Gregorio de Portoviejo where her sister Olinda lived, and it was in this city that she met and united her life with Mr. Ángel Humberto Maldonado Quijano, with whom he formed his family and in 1960 as a result of this union born Olga Carmita, then in 1962 Daniel Alexandri.
By 1963 she moved to the great city of Santiago de Guayaquil in the Province of Guayas where she became a mother twice, in 1965 she became a Mother again and have baby girl that she name Mónica Jaqueline and then in 1970 brought to the world to Karina Katiuska.
Amadita as everyone who got to know her called her, she complements her existence with the coming of 35 grandchildren, 35 great-grandchildren born, one more to be born very soon and 4 great-great-grandchildren.
She was an extraordinary mother, an amazing woman, a fighter, a worker, her hands possessed the gift and art abilities, not only of preparing delicious dishes and of surprising us with garments often taken from fabric cutouts for many useless, but in her hands they were transformed into beautiful garments and dresses, but above all, his hands were full of tenderness and love were able to dissipate sadness, pain and even the pain of the soul and body.
The narratives of her experiences as a child and adolescent on her paternal grandfather's farm in her native Boyacá, seemed to be taken from the best of books, which Amadita knew how to transmit every moment like a fiction film, keeping her listeners with all the attention almost without blinking, but of course as all these stories were given in bedtime, She always left something new for the next day.
An extraordinary wife, mother, friend, neighbor, teacher, and of course the best mother-in-law, fun and funny, playful, loving, understanding, supportive, in a single word Amadita was love made woman, the kind of love that bears everything and forgives everything, of that love full of kindness and mercy, of that love that gives everything without asking for anything in return, if she hit her on the cheek, with the greatest tranquility, she will gave the other. Demostraste that love is capable of loving her enemies without recriminating anything, much less asking for something in return, She learned to follow the Savior, without questioning her faith in the moments of adversity.
An inexhaustible source of love is what we remember about her: Grandma, Mom, Aunt, or simply Amadita.
You gave of your time to serve others in your Church and community, serving God and your fellow man.
You were so noble that even your departure was almost imperceptible, going to the arms of the Creator not only with faith but in silence, what a beautiful way to tell your children, family and friends "I love you".
You learned to navigate this world in your mortal body, learning from the challenges and accepting what you could not change, from each experience you took the material of the lessons learned and built an invisible bridge to heavens, at the same time that you light up to those who have surrounded you and today you have crossed that bridge to the other side of the veil to live eternally and left with us the light so that we can find the way too.
Of course your departure caused pain, but the consolation of knowing that you are at God's side and that you found the eternal element of the sacrifices your made for love. You life found tranquility and calmness. You are an Angel of light and will be forever and ever Amadita!!!
We do not say goodbye now , because this is simply a "Goodbye and I see you later" because your memory will live in our minds and hearts and our Faith will unite us again in the eternities with our God and Jesus Crist.
La Señora Teresa Amada Zambrano Vera, nace un 15 de Octubre de 1928 dentro del hogar conformado por Doña Angela María Vera Montes y Don Sixto Abelardo Zambrano Zambrano, en la hacienda “La Palma” en la parroquia Boyacá del Cantón Chone Provincia de Manabí en su amado Ecuador.
Decima segunda hija de un total de 13 hermanos: Tarquino, Hermencia, María, Modesto, Lastenia, Amable, Margarita, Rosita, Saul, Amelia, Olinda, Amadita y Roberto.
En la actualidad le sobreviven Amelia y Roberto.
Se convierte en mamá a muy corta edad, a sus 16 años tuvo su primera hija Zoila María (fallecida), cinco años mas tarde a José Roberto.
A sus 22 años migra de Boyacá a Chone a casa de su hermana mayor María y se especializa en corte y confección de la mano de la modista Chintita Polo.
A sus 28 años migra hacia la capital de la Provincia San Gregorio de Portoviejo donde su hermana Olinda, y es en esta Ciudad que conoce y une su vida al Señor Ángel Humberto Maldonado Quijano, con quien forma su familia y en el año 1960 fruto de esta unión llega Olga Carmita, luego en 1962 Daniel Alexandri.
Para 1963 pasan a radicar en la gran ciudad de Santiago de Guayaquil en la Provincia del Guayas donde por dos ocasiones mas llega a ser madre, en 1965 trae al mundo a Mónica Jaqueline y luego en 1970 a Karina Katiuska.
Amadita como todos quienes llegaron a conocerla le llamaban, complementa su existencia con el venir de 35 nietos, 35 bisnietos nacidos y un mas por nacer muy pronto y 4 tataranietos.
Fue una extraordinaria madre, mujer de hogar, luchadora, trabajadora, sus manos poseían el arte, no solo de preparar deliciosos platos y de sorprendernos con prendas muchas veces sacadas de recortes de tela para muchos inservibles, pero en sus manos se transformaban en hermosas prendas de vestir, pero sobre todo, sus manos estaban llenas de ternura y amor eran capaces de disipar las tristezas, las penas y hasta el dolor del alma y del cuerpo.
Las narrativas de sus experiencias y vivencias de niña y adolescente en la hacienda de su abuelo paterno en su natal Boyacá, parecían sacadas del mejor de los libros, que Amadita sabia transmitir cada momento como una película de ficción, manteniendo a sus escuchas con toda la atención casi sin pestañar, pero claro como todos estos relatos se daban en horas de dormir siempre dejaba algo nuevo para el siguiente día.
La mejor esposa, la mejor madre, la mejor amiga, la mejor vecina, la mejor maestra, la mejor suegra, divertida y graciosa, juguetona, amorosa, comprensiva, solidaria, en una sola palabra Amadita era el amor hecho mujer, amor del bueno de ese que lo soporto todo y lo perdono todo, de ese amor lleno de bondad y misericordia de aquel amor que todo lo da sin pedir nada a cambio, de aquel que aunque la golpearás en la mejilla, con la mayor tranquilidad les daba la otra.
Ese amor que es capaz de amar a sus enemigos sin recriminar nada ni mucho menos pedir algo cambio, aprendiste a seguir al Salvador, sin cuestionar los momentos de adversidad.
Fuente inagotable de amor es lo que recordamos de ella: Abuelita, Mamá, Tía, o simplemente Amadita.
Diste de tu tiempo para servir a otros en tu comunidad de la Iglesia, sirviendo a Dios y tus semejantes.
Fuiste tan noble que hasta tu partida fue casi imperceptible, acudiendo a los brazos del Creador no solo con fe sino en silencio, que forma mas hermosa de decirnos a tus hijos “Los Amo”.
Aprendiste a navegar en este mundo en tu cuerpo mortal, aprendiendo de los desafíos y aceptando lo que no podías cambiar, de cada experiencia tomabas el material de las lecciones aprendidas y así construiste un puente invisible hacia los cielos, al mismo tiempo que destellabas luz para los que te han rodeado y hoy haz cruzado ese puente al otro lado del velo para vivir eternamente y dejastes con nosotros la luz para que encontremos el camino hacia los cielos .
Claro que causo dolor tu partida, pero el consuelo de saber que a su lado encontrarás el elemento eterno del sacrificio hecho por amor, es tranquilidad y sosiego. ¡¡¡Ángel de luz será por siempre y para siempre Amadita!!!
No te decimos adiós simplemente un “Hasta siempre y un hasta luego” porque tu recuerdo vivirá en nuestras mentes y corazones y nuestra Fe nos unirá otra vez en las eternidades.
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